En el mundo de la publicidad, pocas palabras generan tanto debate como “licitación”. En teoría, es un mecanismo para garantizar transparencia, diversidad de propuestas y la mejor decisión para el anunciante. En la práctica, muchas veces se convierte en un proceso desgastante, costoso y poco eficiente para todos los involucrados.
En este episodio invitamos a Gonzalo Calmet (CEO de One to One) para poner sobre la mesa una discusión que muchos evitan, pero todos reconocen como urgente: ¿cómo mejorar el sistema de licitaciones en el ecosistema publicitario peruano?
Gonzalo Calmet lo deja claro desde el inicio: “No estoy en contra de las licitaciones. Son un derecho del anunciante. Pero hoy el proceso se ha desvirtuado”. El problema no es la licitación en sí, sino su ejecución desmedida y muchas veces mal enfocada.
Hoy, una convocatoria puede incluir hasta 12 agencias, todas invirtiendo decenas de horas de trabajo estratégico, creativo y de producción... por una probabilidad del 8%. ¿Y el anunciante? También invierte tiempo y recursos. Nadie gana realmente cuando el proceso se convierte en una maratón sin filtro.
Una de las propuestas más valiosas es estructurar las licitaciones por niveles, lo que permitiría a ambos lados del proceso evaluar con menor desgaste:
Nivel 1 – Credenciales: una presentación de casos, clientes y credenciales. Un primer filtro sano, rápido y útil.
Nivel 2 – Pensamiento estratégico: pedir una visión o enfoque sobre el problema sin exigir una campaña completa. Evaluar ideas, no ejecuciones.
Nivel 3 – Gran idea (sin despliegue): el concepto madre. Contado en un párrafo. Sin artes finales, sin 20 posteos de muestra, sin overpromising innecesario.
Este enfoque permitiría evaluar la compatibilidad estratégica y creativa sin comprometer recursos que deberían estar dedicados a clientes actuales.
Uno de los puntos más poderosos es la analogía con las relaciones personales. Entre agencia y marca debe existir intimidad, confianza, historia. Pero hoy vivimos una cultura de “si no me gusta, licito”, como si cambiar de pareja fuera la solución a cualquier conflicto. Lo que realmente construye marca es la continuidad, el entendimiento mutuo y los aprendizajes acumulados.
Una idea que para muchos puede sonar utópica, pero no lo es: pagar a las agencias por participar en una licitación. Es una práctica común en otros países y una señal clara de que se valora el trabajo invertido. “Cuando pagas, valoras”, dice Calmet. Si invitaras a 14 agencias y tuvieras que pagar a cada una, probablemente no invitarías a tantas.
Pagar por participar también promueve licitaciones más acotadas, más serias, con decisiones más meditadas y mayor disposición para dar feedback a quienes no resultaron ganadores. Eso también es construir relaciones a largo plazo.
El mensaje final del episodio no podría ser más claro: necesitamos llevar esta conversación a los anunciantes. Hoy, las agencias discuten entre sí los problemas del sistema, pero pocas veces se sientan cara a cara con las marcas para proponer mejoras. No se trata de victimizarnos, sino de abrir espacios donde ambas partes puedan buscar soluciones más humanas, más realistas y más efectivas.
Establecer criterios claros y fases realistas en los procesos de licitación.
Fomentar la retroalimentación como parte obligatoria del proceso.
Impulsar licitaciones pagadas o, al menos, más acotadas y estratégicas.
Promover relaciones de largo plazo con las agencias, en lugar de relaciones transaccionales.
Iniciar conversaciones abiertas entre agencias y anunciantes sobre prácticas más saludables.
Conclusión: Las licitaciones no tienen por qué ser un mal necesario. Pueden (y deben) ser una oportunidad estratégica si se hacen con criterio, respeto y visión de futuro. Es hora de dejar de sufrirlas en silencio y empezar a rediseñarlas desde la colaboración y la transparencia.